El Quijote y la complicidad en el engaño.
El tema del engaño lo podemos analizar en diversas
obras de la Literatura de España, incluyendo la novela de El ingenioso hidalgo Don Quijote
de la Mancha, escrita por el autor
español Miguel de Cervantes. El engaño no simplemente se puede encontrar en el
cuento céntrico de la obra, sino además en sus leyendas paralelas y se muestra
de modo más sofisticado en los encantamientos y en la teatralidad de la misma
pieza literaria. La situación ficticia
en esta novela se inicia a partir de un engaño. El engaño es apreciable a
través de muchos de los actores y escenas en esta obra.
En este
sentido, el acto de prueba en realidad se refiere a un engaño. “Más vale el
engaño y la ignorancia que la sabiduría y la verdad”, nos murmuran los personajes interpuestos por Cervantes
a través de los infortunios de su héroe. Tal moraleja, simbolizada por la
cantidad de ocasiones en que de forma irrisoria el hidalgo hace pedazos o
embota su lanza, signo de la verdad caballeresca queda corroborada en la
historia desventurada de Dorotea, pero, sobre todo, en la historia del curioso
impertinente.
En este relato, Anselmo duda conocer hasta que punto llega la honestidad de su esposa
Camila. Para probarla, llevó su mejor amigo Lotario, a la casa y lo dejó a
solas con ella bajo el acuerdo de que le hiciera insinuaciones galantes. Comenzando
con el extravagante deseo de Anselmo por saber la verdad se multiplicaron las
mentiras y las desgracias. Para empezar, Lotario, debido a su gran amistad con
Anselmo, estimaba que no era oportuno usar las armas de seducción acordadas; pero,
no le quedó más que mentirle y engañarle sobre la fidelidad probada de Camila. Prontamente,
Anselmo, que adviertió el noble engaño de Lotario,
le convenció para que pretendiera seducir realmente
a Camila. Una vez Lotario se decidió a poner límite a la ocurrido, Camila se rindió. Pero el amor se reveló más fuerte que la amistad y Lotario engañó luego a
Anselmo en la dirección inversa; su esposa, le dijo,
sigue firme como una roca. No quedó ahí el sarcasmo de la verdad a ultranza, más adelante, cuando Lotario,
por celos infundados ante un tercer hombre, se vengó de Camila confesándole a
Anselmo que, en efecto, su esposa había cedido, todos mintieron ante Anselmo
para desagraviar la honra manchada de su mujer. Poco despúes, la criada
Leonela, Lotario y la propia Camila toman parte en una representación donde
ella, tras proclamar su inocencia, pretendió
suicidarse con una daga ante Lotario por haber dicho fingidamente que la había
seducido. Contradictoriamente, al querer saber una simple verdad suscita una
grande y compleja ficción colectiva ante el propio interesado.
En esta afamada
obra Alonso
Quijano, quién representaba a Don Quijote fue un hidalgo de unos cincuenta años
retirado, obsesionado con los libros de caballerías, creía que cada una de sus
palabras era realidad, a pesar de que muchos de los eventos eran claramente
imposibles. Quijano es visto por otras personas como alguien que ha perdido la
razón, debido a la falta de descanso por no dormir, la falta de apropiada
alimentación y la mucha lectura. Este personaje en su delirio decide emerger
como un caballero andante en busca de varias aventuras. Se coloca una armadura
vieja, reemplaza su nombre a "Don Quijote de la Mancha" y
nombra a su caballo flaco "Rocinante".
Igualmente, escoge a una mujer de una granja vecina, llamada Aldonza Lorenzo,
como su amada, nombrándola Dulcinea del Toboso. Luego salió y
termino en una venta, que él pensó era un castillo. Le preguntó al ventero, que
él creía era el señor del castillo, que lo convirtiera en hidalgo.
“El
ventero, que, como está dicho, era un poco socarrón y ya tenía algunos
barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo cuando acabó de
oírle semejantes razones, y, por tener que reír aquella noche, determinó de
seguirle el humor: y así, le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y
pedía... (I,3,26)”.
Después,
pasó la noche vigilando sus armas, en el que se vio envuelto en una pelea con
carreteros que trataron de quitarle su armadura del abrevadero para que
pudieran beber sus animales de carga. Don
Quijote tuvo un encuentro con comerciantes de Toledo, que le difaman a la
supuesta Dulcinea, uno de ellos lo golpeo gravemente y lo dejó al lado
de la carretera. Al poco tiempo, Don Quijote fue encontrado y devuelto a su
casa por un campesino vecino, Pedro Crespo.
Don Quijote fue engañado por el
cura, el barbero, su ama de llaves y su sobrina, entre muchos otros. Los
personajes conspiraron para destruir la biblioteca de Quijote y cuando el
caballero andante se preparaba para su segunda salida, hicieron un esfuerzo
para evitar que él saliera quemándoles a
escondidas la gran parte de sus amados libros de caballerías y sellándole
su biblioteca pretendiendo que un mago se la había llevado. Su estrategia fue
utilizar los delirios de Don Quijote como un medio de engañarlo con frecuencia
para protegerlo. Es decir, recurrían al engaño para hacerlo volver a la
realidad de Alonso Quijano. Otros como el ventero y los duques usaban la
manipulación con una intención de burla, en las líneas anteriormente citadas de
esta novela se puede notar este detalle. Don Quijote no solo imitaba a un
caballero andante, sino que otros se confabulan y se hacían cómplices del
engaño creando más real su invención.
La sobrina del Quijote percibe
que su plan ha fracasado: su tío está decidido a salir de casa y al no haber
logrado persuadirlo para no hacerlo. Viajar a la ciudad, Don Quijote se encuentra
con Sancho Panza, un plebeyo y lo convence para servirle como su escudero,
prometiéndole el gobierno de una isla. El insulso Sancho estuvo de acuerdo,
así, la pareja se escabulló en la madrugada. Es aquí
cuando su célebre serie de aventuras empezaron con
el ataque a los molinos de viento que él creía que eran
gigantes feroces. Quijote
se preparó para la batalla contra un ejército de gigantes, a pesar de las advertencias
urgentes de Sancho cuando este se dio cuenta que tales "gigantes" eran
tan solo molinos de viento. Quijote insistía y se
abalanza hacia los molinos de viento y cae al suelo, cuando la lanza se atasca
en las velas del molino de viento. Quijote no es gravemente herido, aunque su
caballo, Rocinante, es más gravemente herido. Cuando llega a estar claro a
Quijote que se trata de un campo de molinos de viento, argumentaba que un
encantamiento ha transformado los gigantes en molinos de vientos con el fin de
robarle la victoria.
El personaje de Sancho posee
una doble particularidad, por un lado, trató de desengañar al Quijote por otro
lado, incluso Sancho se sintió obligado a engañarlo y se vuelve cómplice del
engaño en otro encantamiento. Sancho también ejecutó una actuación engañadora
convincente apoyada en un lenguaje rimbombante y acciones pomposas que se atañe
con la fantasía que le estaba haciendo creer a don Quijote. Sorprendido en la búsqueda de Dulcinea, Sancho le trajo
tres labradoras sucias y harapientas y le dijo a don Quijote que la misma era
Dulcinea y sus damas de honor. Cuando Don Quijote se percató que las mismas eran tan solo labradoras, Sancho lo
engañó haciéndole creer a don Quijote que sufría de un hechizo cruel que no le
permitía ver la verdad, una vez más el encantamiento era el que funcionaba
para justificar el cambio de apariencias de Dulcinea.
Quijote siguió en su búsqueda
de aventuras. En una calle lateral, atacó a dos monjes que acompañaban a una
dama. Quijote argumentaba que la mujer había sido secuestrada y la llevaban
encarcelada en el carruaje. Sancho intentó disuadir al hidalgo, pero fracasó. Entonces
el mismo se unió a la batalla e intentó robarle la ropa de los monjes. En este
punto, los monjes intervinieron y dieron a Sancho una paliza bastante grave.
Quijote fue herido en la oreja, pero casi mata a uno de los asistentes de la
señora, un hombre llamado "el valiente Biscainer." Quijote dijo que
se perdonaría la vida solo sí el hombre se comprometía a presentarse ante
Dulcinea, para que ella pudiera disponer de él como ella quisiera. La compañía
de la señora, sus asistentes, los monjes y sus sirvientes con entusiasmo
convinieron a las demandas del Quijote porque vieron que era peligroso.
En tal exquisita obra, la
composición de literatura con vida, la exuberancia de disfraces, y un personaje
que no parece pertenecer al mundo en que vive crean un ambiente vertiginoso en
la novela del Quijote. Los protagonistas y el lector siempre tienen que
predecir si algún incidente o encuentro es real, imaginario, o un engaño. Es
indiscutible que "la realidad" no es un concepto simple y el escritor
trata de hacernos pensar en su mensaje. La
más compleja forma de engaño es el encantamiento. Don Quijote usa a los
encantadores para justificar sus equivocaciones cuando sus aventuras fracasan,
en muchas de las cuales termina apaleado o apedreado a pesar de las
advertencias de Sancho. Los encantadores son la justificación a sus problemas.
Varios de los encantamientos a los que el Quijote se refiere son provocados a
modo de broma por terceros, los que, luego, de engañadores se convierten en
engañados. Sancho, por ejemplo, recurrió al truco del presunto encantamiento de
Dulcinea para engañar a don Quijote, y posteriormente fue a su vez burlado por
los duques, quienes lo hicieron creer que Dulcinea en verdad estaba encantada.
El personaje de don Quijote al
principio no contaba con los encantamientos para justificar sus fracasos.
Entonces culpó por ejemplo a Rocinate, cuando volvió derrotado de su primera
salida, luego del apaleamiento en la escena de los mercaderes toledanos. A
partir de ese momento don Quijote empezó a usar los encantamientos como defensa
de los infortunios de sus aventuras. Así
distinguimos la actuación de Dorotea quien se disfrazó de forma exótica y se hizo
pasar por la princesa Micomicona, del reino de Micomicón en África participando
junto al cura y el barbero en la complicidad del engaño, argumento recurrente
en toda la obra.
Sacó luego Dorotea de
su almohada una saya entera de cierta telilla rica y un mantelillo de otra
vistosa tela verde, y de una cajita, un collar y otras joyas, con que en un
instante se adornó, de manera que una rica y gran señora parecía…A todos
contentó en extremo su mucha gracia, donaire y hermosura… (I,29, 178).
Más tarde, los duques decidieron aprovechar el paso de
ambos personajes por sus propiedades para
divertirse a costa de ellos. Los mismos ordenaron a sus criados que les
siguieran la corriente a los visitantes y que se
comportaran al estilo de las cortes de los libros de caballerías. Delicados
y despiadados a la vez, los duques harían revivir artificialmente a don
Quijote y a su amigo las aventuras caballerescas sin que
estos tuvieran que descubrir la realidad de sus grandes bromas y engaños ideadas por los duques. En una cacería que organizó el Duque en honor de
Don Quijote, apareció uno de los criados
disfrazado de diablo, que anunció la llegada de un cortejo de encantadores que
traían sobre un carro triunfal a su imaginaria Dulcinea del Toboso. Entre la
comitiva que llegó, se destacaba el sabio Merlín, el cual pronunció ante
Don Quijote una cómica y solemne profecía en la
que anunciaba que Dulcinea estaba encantada en forma de aldeana y que únicamente
recobraría su estado original cuando Sancho se haya dado tres mil trescientos
azotes. Don Quijote tuvo que rogar al escudero que de cuando en cuando
se sometiera a un azote para así lograr el desencanto de Dulcinea.
En síntesis, son innumerables
las escenas en esta obra que nos demuestran la complicidad del engaño, resulta inverosímil
citarlas todas, rigurosamente he tratado de mencionar algunos de los actos más
encantadores e importantes. Es posible afirmar que Cervantes no solamente
escribió el Quijote para desarrollar a su protagonista, sino también lo utilizó
para considerar la naturaleza de la literatura en general y su realidad
ficticia la cual inicia de un juego entre la apariencia y la realidad, o mejor
dicho de un engaño. Para que una novela artificial tenga éxito,
es necesario que el autor convenza al lector de que un mundo ficticio es un
mundo real. Es decir, tiene que transformar a la ficción en una realidad en la mente
del lector, encantándole.
Por lo tanto, los
encantamientos y su teatralidad forman una parte
fundamental de la totalidad de las aventuras en las que participa don Quijote,
son, además, expresiones sofisticadas del engaño, en las cuales el lector y los
personajes son partícipes y cómplices la mayoría de veces. Es decir, la novela entera es
un gran encantamiento construido de varios pequeños encantamientos, que sobre
todo le sirven al hidalgo para justificar sus fiascos. Por tal razón, la manera en que los personajes reaccionaban a los
encantamientos y la manera en que los lectores la interpretan pueden servir como un espejo que
refleja la forma en que Cervantes quería que interpretemos su obra. Detrás de
un análisis de los engaños expresados por los encantamientos episodio por
episodio de esta novela se nos deja ver la progresión que nos transporta a aceptar los mismos como una parte de la realidad, o
al menos a un mundo donde todo es posible. Después de todo, está claro que
Cervantes ha tenido éxito en su encantamiento porque muchos creemos en la
existencia de la teatralidad de don Quijote y las características picarescas de
los demás personajes en esta extraordinaria obra de la literatura universal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario